lunes, 21 de junio de 2010

EL NUEVO ESPACIO CULTURAL



Neirlay Andrade

Ya es hora de abandonar los postulados “mediacentristas”. Latinoamérica lo está haciendo y nuestras universidades están en el deber de sumarse a la creación de nuevas líneas de investigación: los mass-media ofrecen un sinfín de productos culturales a la ciudadanía ¡pero cuidado! No es aquí donde se produce el sentido, ni las orientaciones o las políticas.

Aún más, no se trata de la “apropiación” que hacen los individuos de los productos, sino de los “usos que les dan”: este es el verdadero espacio de la cultura. Justo aquí es donde lo popular emerge como característica de lo masivo para hacerle frente al discurso que posiciona al espectador/consumidor como receptor pasivo.

Se pensaba que a medida que el proceso de mundialización iba en marcha, lo popular sería devorado hasta disolverse en la anónima masa. Pero lo cierto es que la masa está en crisis, bien sea porque el avance tecnológico fue tan vertiginoso, que impidió formular una ética, o por una desesperanza en lo político y una creencia desmedida en lo mediático.

Al contrario, lo popular ha sido re-descubierto, cuando se creía que la cultura ya había llegado a su máxima decadencia. Lo propio es, en estos momentos, apartar la obsoleta teoría de los efectos para poder entrar en el nuevo terreno: el de la confrontación, el de las interacciones, el de la mediación. Lugar en el que la ficción mediática, los productos televisivos y las vallas publicitarias se dan la mano con la cotidianidad.

Es claro que el ascenso de los medios de información y entretenimiento ha marcado nuestra época. Pero este mediacentrismo ha sido exacerbado hasta más allá de los límites y ya no sólo tenemos un mercado todopoderoso que se regula, sino que también se está en presencia de unos medios omnipresentes que marcan las prácticas sociales.

¿Ha desaparecido el individuo en el rostro de lo social? En un primer momento se podría pensar que sí. Pero bastará con una revisión más cuidadosa para ver que la producción de sentido se articula, a vuelo rasante, en dos momentos: la puesta en mercado de los productos y, simultáneamente, los usos que se le dan a esos objetos; es así como se le brinda una “forma social” a lo que es puesto en escena.

Después de revisar las macro teorías que rigen el conocimiento de este campo, es inevitable no pensar en la otra cara de la moneda e incursionar en las mitologías de lo diario, ahondar en el anonimato del espectador.

Son las vinculaciones dadas entre lo real y la ficción lo que alimentarán estas mitologías. La relación entre ambos propicia espacios complejos de los que se vislumbran dos caminos. Uno en el que la comunicación ha sido transformada en un simulacro de la realidad; el otro apunta a la disminución de sentido a medida que aumenta la información, ocasionando una suerte de brecha de conocimiento. En ambos casos la información se muestra como devoradora de lo social.

Ante este panorama no aparecen más que preguntas que deben ser revisadas desde los campos del saber. Éstas son, entre otras: ¿Es desde la cultura donde se le hace resistencia a la fracturación política? ¿Es lo cultural extensión hegemónica? ¿Cómo se configura el sentido social? ¿Los productos culturales son reductos del mercantilismo?

domingo, 20 de junio de 2010

Diario de un fugitivo del Ballet



Una ida y vuelta a la ex-madre patria, así bien llamada por franceses y holandeses, me permitió huir sin ton ni tos del Ballet. Entre Lady Gaga y el encuentro con una degastada ciudad-nación como Madrid, me dislocó los pocos grados de percepción que tengo sobre la danza y el arte del movimiento corporal. La dimensión de la lucha por la escena postmoderna no se puede hallar en el método del Ballet. La lucha por la escena postmoderna no se puede ubicar en el espacio de la zapatilla ni del menú de plato vacío. El arte si es arte se halla en la medida en que no es hallado. Así rezan mil santos críticos del arte y mil artesanos quedan impávidos ante esta máxima.

Escapar del ballet es un acto valiente, tan valiente como escapar de las filas de la ópera. Nadie quiere vivir en claustro, si ya vivió en un rancho. Así es el arte de hoy, la postmodernidad en el rancho. Cualquiera baila, cualquiera danza, cualquiera quiere ser rancho. Esta preferencia por repetir sin cansancio la palabra "rancho" indica al objeto demolido por la intemperie y la tristeza, mas no a la gente que en él vive y convive. Así es el ballet de hoy, un objeto, un baluarte de la tristeza. Cualquiera desea al ballet como puente, como laboratorio, como objeto, no como deseo en sí. Por eso hemos de escapar del ballet.

El método y el alma han dejado de llevar el tempo coreográfico, la disciplina espiritual nurejeveana ha quedado relegada al silencio y a los pocos ávidos buscadores de arte. La crítica malsana y el comentario enjuiciador debajo de barras son las espectacularidades de hoy día. Los y las jóvenes balletistas corren fogosos y virulentos hacia la non-disciplina y la non-praxis; enfermedades de todo el mundo artístico contemporáneo. Así como la palabra vaga y rídicula se apodera de la oratoria teatral, el paso vago y ridículo se apodera del movimiento dancístico. Todos tenemos la causa del problema, y está en nuestros cuerpos.

No soy cristiano para decir: "Tenemos la culpa". Soy pagano para decir: "He de huir de esta vaina". Hoy la vaina se llama arte, la vaina ha quedado para reinar. Su reinado no es el vacío, no es la ignorancia, es la idolatría de nuevos espacios y nuevos pasos. Los y las balletistas andan conscientes del reinado y conviven en y con la inercia, quiénes sabemos el "hasta cuándo de esto", muy pocos lo saben. La interrogante es imperdurable, pero la respuesta dilata aún más el silencio.

El escape es muy mal visto, el quedarse es muy bien visto. El estar por estar es bien visto, el sufrir por el estar es visto como lo cursi, lo empalagoso, lo nurejeveano. Prófugo per sempre de la justicia "divina" del arte clásico.

¿Por qué esto se llama Blog y no Blug?

Después de varias oleadas interestelares de materiales residuales entre los planetas del cono sur, arribo a estos maravillosos y extraños espacios de la Gloaboomzacción sin formas fálicas ni elípticas. Me doy, les doy, nos damos, la cordial bienvenida a mi, a su, a nuestro espacio cybernético.


Hoy por hoy, no se hacen más Blugs, sino Blogs. La razón reside y convive con la alteración de esa "u" insurgente entre la ele y la ge. A los cybernautas, les gusta la o entre la ele y la ge. Asunto que no sabría responder, una hipótesis es el placer que genera la pronunciación.


La u es una pronunciación que genera un arco de sonidos muy reprimidos y tonales. Empero, la o es una pronunciación que otorga varios arcos de sonidos únicos, estremecedores y primigenios. Tan primigenios como los cantos africanos centrales y los cantos escénicos egipcios.


Por eso, las gente prefieren los Blogs que los Blugs, y a pesar de la grandiosa maquinaria publicitaria que puede generar una simple vocal.

¡Salud!

¡Benvenuto a tu Blug!

viernes, 7 de mayo de 2010

El aplausómetro


Un día como cualquier otro, andando de aquí para allá, nos desplazamos al lugar de nunca jamás en el transporte público de nuestra querida ciudad capital. El calor, como es de esperarse, caldea un poco más los ánimos, que ya abatidos por el trabajo, las obligaciones y la rutina, convierte a las personas en seres cada vez menos amables.
Pero no todo es gris y monótono, cuando uno menos lo espera sucede alguna tontería que de seguro romperá con esas caras largas que abundan en el mundo sobre ruedas de una camionetita por puesto. El ánimo de los afortunados pasajeros es acariciado por una cortina musical, generalmente a unos decibeles inimaginables, que nos da la sensación de andar en una discoteca rodante por la cuidad, salvo que allí sólo podrá tomarse unos tragos de la poca agua que queda en el envase que lleva en su bolso, que muy posiblemente estará caliente.
Ante tal algarabía donde el único que disfruta placenteramente de la música es el “gentil” chofer con problemas auditivos, los pasajeros deben tener sanos pulmones, cosa que resulta realmente utópico en esta vida contaminada; y una gran capacidad de dicción para gritar, con la poca energía que les queda después de un largo día de trabajo, ¡EN LA PARADA...! y si corren con suerte nuestro sordo amigo los dejará una cuadra más lejos de su destino.
Esto es lo que normalmente goza y padece un caraqueño en su día a día pero Oh! sorpresa cuando el método empleado para solicitar la parada es diferente al que le hemos mencionado. Uno está sentado o en su defecto parado, charlando con sus amigos de viaje cuando de repente se escucha en el fondo un enérgico aplauso para solicitar la parada, mis amigos y yo nos miramos y sin más ni menos, soltamos una pícara y ácida carcajada.
Pues esto resulta algo inusual en nuestra querida capital, sin embargo, en el interior del país, el chofer del transporte público es una especie de artista; si lo analizamos bien, es poeta cuando lanza un “hermoso” pero grotesco cumplido a alguna afortunada señorita, otras veces es un cantante lírico, haciendo coros a esa música que ya le mencionábamos, la cual muy posiblemente sea un réquiem de reggeaton o una sonata de vallenato y ni hablar de sus aptitudes para la plástica, basta con observar como este señor ha “intervenido” la unidad con diferentes etiquetas, adornitos y demás objetos extraños –ni hablar del perrito que constantemente moviendo su cabeza en señal de afirmación-, lo que nos hace sentir dentro de una obra de arte conceptual, tocando muy de cerca lo kitsch.
Cuando nos detenemos a pensar esto, entendemos el porqué de los aplausos, ¡claro, cómo no lo habíamos captado antes! Es que estos señores choferes son artistas natos, no sólo por lo que acabamos de decir, sino porque hay que tener una paciencia extraordinaria para enfrentarse cada día al agotador tráfico urbano y a las personas que suben y bajan de la unidad, que no siempre son ángeles en la tierra.
 Por ello la gente los aplaude por su magnifica y titánica labor, así que cuando otra persona aplauda a un chofer, no cometa nuestro error, no se burle, aplaudamos también y gritemos ¡bravo, bravo! –claro, posiblemente el resto de los pasajeros los vean con caras no muy amables-. Pero esto sólo sucede en el mundo rodante de la camionetita por puesto y no todos tienen el privilegio de gozar de momentos divertidos, de aprendizaje e incluso, aunque a veces creemos que ya no existe, de la calidez humana que caracteriza al venezolano. 

                                                                                                                    La K-Boom

domingo, 25 de abril de 2010

...

1

A ti

“…por Dios que no asignó la suerte
Ana Ajmátova

Por la película que no vimos
los poemas que no leímos
los libros que no compartimos
las cosas que no nos dijimos
las fotos que no tomamos
el castillo que no visitamos
los viajes que no hicimos
los besos que no repetimos.
Por mí que nunca dije nada
y por ti, que te alejas. Te quiero.

2
Hoy me levanté de golpe
como la fiebre, los recuerdos,
el tiro de una escopeta,
el charco de agua,
la cucaracha en la ventana
y tú tan lejos.

Todavía la noche infinita cubría el sollozo
y la luna traía recuerdos
y el silencio temblores
y tu ausencia el agua
que cubrían mis mejillas.

Esta noche te extraño, te quiero, te extraño y te espero.
Y aunque no regreses a mostrarme tu luna,
a leerme un poema,
a estar
a sentir
a reír conmigo
a fumar y viajar
te quiero, aunque ya no quieras saberlo.

Meny

sábado, 24 de abril de 2010

Del relato o lo que ya fue

Del movimiento de Blanchot a la esfera de Cortázar

Dice Maurice Blanchot, el relato no es la relación de un acontecimiento, sino ese mismo acontecimiento. Qué se oculta tras esta observación: el problema del relato, esto es, su temporalidad. Aun cuando el relato sea la narración de lo que ya fue su existencia no es el pasado, sino la transformación de éste (metamorfosis) en el presente, que es, y no de otro modo, el relato en sí.
Decimos problema porque esta visión sobre el relato es riesgosa: los tiempos verbales —sólidas islas— se ven trastocados por un movimiento impreciso. Tal es el movimiento del relato que va hacia un punto que parece haber sido alcanzado, pero que a su vez posibilita lo que será. En otras palabras es un avanzar, que parece recuerdo, evocación, mirada hacia atrás y todo con la ansiedad de “ser”, pues, lo repetimos, el relato es en ese movimiento y no existe fuera de él. Y aún más, sólo del movimiento —dice Blanchot— extrae el relato su atractivo, tanto así que no puede siquiera “comenzar” antes de alcanzarlo.
En este sentido, el relato es lo que ya fue. Pero aún cuando esta premisa sea escrita en pasado (ya fue) la realización del relato sólo es posible en este gerundio (en el movimiento): El relato —agregamos— se está haciendo a sí mismo, haciendo real lo que ocurrió, en una mecánica perfecta en la que ya nada queda fuera del relato; ya nada fuera de él es real. Esto lleva a Cortázar a sentenciar: Me parece una vanidad querer intervenir en un cuento con algo más que con el cuento en sí. El relato da su regla y no acepta ficciones fuera de ella.
Es este momento de plena libertad en el que el relato es y ya no tiene otro asidero que él mismo. Esto que Julio Cortázar llama la autarquía, el hecho de que el relato se ha desprendido del autor como una pompa de jabón en la pipa de yeso. La libertad del relato está en su capacidad de hacerse (ésta es su pretensión) Su autarquía consiste en producir lo que narra, en lograr la perfecta conjunción entre la realidad que describe y la realidad del propio relato.
Ahora bien, regresemos al movimiento. Hemos dicho que va hacia un punto que ya ha sido logrado. Es así como aparece la forma del relato; su movimiento hacia sí no brinda una imagen: la esfera.
Explica Cortázar que la situación narrativa en sí debe nacer y darse dentro de la esfera, trabajando del interior hacia el exterior, sin que los límites del relato se vean trazados como quien modela una esfera de arcilla. Esta idea tiene su par en el pensamiento de Blanchot cuando al hablar del espacio de la obra recuerda que ella debe representar el movimiento hacia sí misma y la búsqueda auténtica de su origen. Ambos autores traen a la luz una condición del relato: su dinámica interna. Dinámica que en Cortázar va de dentro hacia fuera y en Blanchot de adelante hacia atrás.
En ambos casos la evocación está presente; se trata de darle lugar al relato, lugar y ritmo; también estructura. De tal modo que la dinámica del cuento es la reminiscencia. El relato es el recuerdo que se hace recuerdo en la medida de su realidad, que no es otra que la de la esfera, es decir, del movimiento perpetuo que busca un punto donde la realidad primera del relato sea la única posible.

Circe de Pluie

domingo, 18 de abril de 2010

El desfile Bicentenario


Arriban los 200 años de la “movida” pro-independentista y la querida Capital se cubre por una atmósfera festiva y patriótica; comienza a maquillarse la ciudad para tan especial ocasión, pendones por doquier con retratos de los próceres y fragmentos de la pintura de Juan Lovera, que dicho sea de paso, si algún citadino no ha podido observar la obra original no debe preocuparse, si camina por las calles de Caracas de seguro se topará con algún pendón que la reproduzca -en el pasado quedaron aquellos tiempos de la “la obra original”, bienvenidos a la era de la reproducibilidad- ahora bien, esto no es lo importante del caso, volvamos a nuestra ¡celebración...!

Mientras la ciudad se “retoca” para el evento, nuestra Fuerza Armada Nacional inicia los preparativos para el tan esperado desfile. Si usted querido lector o lectora, es vecino de la parroquia el Valle, de seguro podrá escuchar los ensayos previos al 19 de abril. Cada año a lo lejos escuchamos los gritos, o mejor dicho las ordenes del General encargado, mientras que los chicos de la academia deben practicar hasta lograr una perfecta alineación para realizar un impecable desfile, bajo el sol o la lluvia... este tradicional homenaje, es y ha sido desde hace muchos años, la atracción de algunos ciudadanos que asisten -muchas veces a ver a sus familiares- para distraerse y disfrutar de los “performance” que ofrece el desfile, especialmente para los más pequeños.

Llega el tan anhelado día y observamos a las personas contemplando los tanques, a los militares con sus prolijos uniformes, realizando sin equivocación el tan ensayado desfile, que no sólo simboliza la conmemoración de una fecha patria, sino que también significa, como diría un querido amigo Teniente: “trabajo y más trabajo, dolor en los pies y demás...” pero a pesar de ello ¡templanza en esos rostros muchachos! Por otra parte, la banda de guerra, las acrobacias de los paracaidistas, quienes dicho sea de paso tienen un grito de guerra muy pegajoso o es que ¿nunca han escuchado el “paracaidistas, paracaidistas” a todo pulmón? Así, todos con la mirada en el cielo, observan como descienden los hijos de Bolívar y nietos de Ares.

El público, lleno de asombro y con un tanto de taquicardia por el aterrizaje, aplauden la llegada a tierra de los soldados. Pero no podemos dejar a un lado los aviones, amados por unos, odiados por otros, pero que sin lugar a dudas cualquier chiquillo amante de estas aeronaves, queda estupefacto al verlos en “acción”; y es que no pasan desapercibidos, no sólo por las acrobacias que realiza el piloto sino por el ruidito que generan, definitivamente, ellos se hacen sentir y cuando no aparecen –pues si el clima está nublado es contraproducente- el desfile no es lo mismo...

En definitiva, nuestra atracción es sin lugar a dudas, la de un país que no posee una cultura bélica, pues vemos a los chicos maravillados con los tanques, cosa que obviamente no sucedería con un niño afgano, por ejemplo. Así mismo, los ruidosos aviones, nos molestan sí, ¡ah! ¡Que fastidio!, solemos decir, pero qué bueno que no pasa de ser una molestia transitoria, sólo para un desfile en conmemoración de una fecha patria, que si bien es una tradición, hoy en día causa desagrado a más de uno, por ilógico que parezca, hoy en día el “patriotismo” da asco, bien sea porque la publicidad que tiene es como la de un producto que hay que vender o porque sencillamente “¡qué fastidio este país!”, sin embargo, nadie se queja ni hay criticas hacia el tan festejado y publicitado 4 de julio, souvenirs de todas las formas y tamaños portan la bandera del país que lo festeja, la gente con sombreros, banderas y pitos celebran como si se tratase del año nuevo, but nobody criticizes them...

La K-Boom

lunes, 5 de abril de 2010

De lo ambiguo a la sampablera: Caracas innombrable



Cuando llegamos a Caracas desde el exterior —como es mi caso—surge una primera interrogante: ¿esto es provisional o definitivo? ¿Esta “ciudad” la están construyendo o la están demoliendo?
Carlos Cruz-Diez




Hace algunos años leía a García Márquez evocando su época en Caracas. En la segunda línea el Gabo decía la infeliz Caracas (desde luego me ofendí). Pero al continuar la lectura descubrí que la infortunada expresión tenía dueño y no era del colombiano —fundador ocasional de otros pueblos—. Las palabras eran del mismísimo libertador, sí, del risueño Bolívar. Líneas más abajo el fabulador de Macondo conjuró el destino de mi ciudad ante mis ojos: a Caracas se le ama sólo si se es capaz de padecerla (desde luego, lo entendí).

Cuando Juan Villoro inquiría contra qué crece ciudad de México yo me preguntaba en nombre de quién crece Caracas, porque al pasear por la vieja ciudad de techos rojos —metáfora alegre que nombra a un pasado inexistente—, es clarísimo que Caracas crece como conjuro maligno escupido por quién sabe qué bruja, siempre bajo nombres imposibles que tratan de hacerla una ciudad mejor.

Nada sospecharía Dieguito Losada que su último gesto religioso, es decir, el bautizo de esta ciudad con el nombre de su patrono sería el inicio de una delirante verborrea que recorrería de esquina a esquina esta tierra —literalmente de esquina a esquina—. Losada abrió el libro de conjuros que intentaría nombrar los señoríos de los indios caracas, gente violenta según dicen los viajeros del Caribe.

Pero algunas centurias después la ciudad sigue indomable (si no, pregúntenle al Alcalde Mayor de turno, desconocedor de sus dominios). Los nombres de Caracas siempre parecen remotos, si se husmea un poco quizá se descubra que no tienen fundamento más que la costumbre de los pobladores, o su ocio. De hecho la ciudad está plagadas de cuentos: que las estatuas ruedan de tiempo en tiempo, verbigracia. No hablemos del difunto Colón, desaparecido en los previos de la Plaza Venezuela un día de… resistencia, encuentro, descubrimiento, raza… (Tampoco está claro el almanaque).

Y como del ocio al chisme es corto el lindero, las calles de la ciudad —en especial sus cuadras— están como verbigracia de ello: En alguna esquina del centro vivía el señor Madriz con sus tres lindas hijas, como todos tenían que ver con ellas pues su casa era referencia obligada, así que si usted baja por la Catedral señor, ahí mismito encontrará las Madrices (decían que la menor no era tan agraciada).

Sí, la Sultana del Ávila (nombre no muy autóctono que se diga) está hecha en nombre de personas y personajes. No sólo han sido los ilustres, Caracas se ha nombrado desde incidencias: dicen que la esquina el muerto data de época de guerra federal y que a la hora del toque de queda cuando se recogían los cadáveres, uno se levantó, se sacudió un poco la ropa y cogió camino para su casa. Pero otros temores acechan al caraqueño: la cuadra que va de Peligro a Pele el Ojo (o viceversa) es paradigmática. Nadie sabe qué pasó allí, pregunte para que vea.

Cuándo Miranda se quejaba del bochinche era porque no había vivido la sampablera. La revuelta en la esquina de San Pablo sirvió de excusa para renombrar el particular alboroto del caraqueño. La ambigüedad no admite número, ni decreto presidencial. Todavía llamamos Parque del Este a la re-etiquetada estación de metro Miranda. Lo cierto es que ni lo uno, ni lo otro, porque el parque verdaderamente se llamaba Rómulo Betancourt (el que dijo: Disparen primero y pregunten después).

No todo es desastre en Caracas, hacia el este hubo un intento por dar número. Todo muy bien hasta que ves que la Rómulo Gallegos (éste gobernó de vaina) es la primera trasversal de Santa Eduvigis, pero la tercera o cuarta de los Palos grandes. Lo bueno es que muchas cosas se llaman Bolívar y eso da aires de familiaridad.

Quién pensaría que la infeliz caracas tendría bondades. No en todas partes del mundo usted puede saber de tantas latitudes en el mismo lugar. En las Mercedes, con poco esfuerzo, usted puede ir de París a Nueva York sin pasaporte.

Caracas se disgrega hacia el mar, hacia la montaña. Hay que hacer una salvedad sobre esto último, si usted ve ranchos sobre la montaña está en presencia de un cerro; si ve geométricas urbanizaciones, una colina. Así que no es cualquier montaña.

La disgregación de la “sucursal del cielo” (éste sí que fue un mal chiste) alcanza la psique de sus habitantes, incluso su modo de hablar. El caraqueño no habla español y mucho menos castellano. Nuestra enmarañada jerga es digna de los vericuetos de la ciudad: nunca serán lo mismo cualquier vaina a te voy a echar una vaina. El caraqueño, hablador de paja por excelencia, no siempre es dicharachero, si se molesta, te puede echar paja.

Cuando Cruz-Diez (no exento de ironía) se pregunta si Caracas se está construyendo o demoliendo, siento cierto alivio pues ya Villoro recuerda que la ciudad moderna está determinada por la construcción, pero no la posmoderna. Sonrío y pienso que Caracas puede ser un paradigma de la posmodernidad porque, dice Villoro, que a estas ciudades las caracteriza la función. ¿Qué función tiene la innombrable Caracas en nuestras vidas?

Lo que comenzó como honor a un santo se ha convertido en un monstruoso leviatán. Caracas devora al tiempo entre sus fauces y con él se lleva a sus dolientes; las calles se hacen eternas —con nombres inverosímiles— en un embotellamiento de cinco de la tarde.

Se ha optado por seguir la truncada nomenclatura citadina. Yo nací en Petare —al lado del río, en lengua indígena—, ahora vivo en el centro. Si alguien quiere visitarme móntese en una camionetica que diga Puerta Caracas, a la salida del Mc Donalds de Capitolio; sepa que vivo entre Torrero y San Vicente, subiendo por Dos pilitas, al final de la Baralt, antes de la cota mil. Por cierto, la cota mil tiene otro nombre, el oficial, Avenida Boyacá (suponemos que fue una batalla afortunada). El nombre popular le viene por su altura; justo allí Caracas está a mil metros sobre el nivel del mar (a quién le importa eso).

Circe de Pluie

jueves, 1 de abril de 2010

...



Grito

Hoy recuerdo aquella noche, cuando simplemente te entregué mi ser, aún sabiendo que nunca serías para mí, porque eres del viento, libre e infinito. Hoy mi alma te extraña, mi vientre palpita porque nuevamente desea sentir tus caricias y el desespero de saber que nunca más estaré a tu lado invade poco a poco cada vena, cada célula de este cuerpo físico y etéreo que ha quedado como un alma en pena vagando por los rincones de esta fría habitación, rogando porque algún día pueda ser tuya nuevamente. Mi ser no quiere alimentos ni bebidas, ya nada me nutre, sólo quiero el calor de tu cuerpo y la energía de tus besos, sólo eso quiero para existir.

La K-Boom


... y nada pasa mientras todo pasa.
Nada hago mientras todo pienso.
Jugamos a encontrarnos.
Huimos de la tierra, volamos al espacio,
recorremos el encuentro de aprendernos.
Nos miramos por instantes infinitamente efímeros.
Esta noche te tengo.
Sí, ya lo sé, no te tengo pero te tengo.
Estás y eso basta.

Meny

lunes, 29 de marzo de 2010

Deshago mis pasos...

Deshago mis pasos para encontrarme en alguna esquina del camino
Saber cómo fue mi última mirada y los ojos que me vieron; también los que me ignoraron
Saber de la calle ¿Acaso fue una amplia avenida?
Cómo sería la última mirada indsicreta; bajo qué árbol

Deshago los pasos y no llego a donde estaba; tampoco a donde quise
No sé de qué lugar hablo
Désde que grieta de muro sale mi voz

Deshago mis pasos y miento
No estoy caminando sólo regreso al silencio
sólo me acojo a la ley de la sombra
dispuesta a dar en trueque mis huellas por un poco de peso
Y ya sin voz y ya en la sombra aparecerá el grito primero
Ese que me arrojó tan lejos



Circe de Pluie

martes, 16 de marzo de 2010

Fantasía bolivariana a dos tiempos

Por aquella ventana saltó el hombre con paragua en mano. Bajito, con barba y sombrilla negra. Algunos dicen que sí logró volar; lo cierto es que la pierna se jodió. Pero de aquello ya hace mucho. ¡Arrodillarse ante Dios, dar gracias y más gracias porque es grande!

Toda la luz se concentra en la brillante estatua (nadie sabe que es falsa). Las bolas de ese caballo fueron hechas por manos extranjeras; según parece un italiano que visitó tierras sureñas. Pero ésta es falsa y no hay guirnalda en fecha patria que la traiga a la vida. Sólo la mierda de palomas acompaña este vestigio de aquella fiebre de hacer de ese pedazo de tierra una pequeña Francia. Pero de eso ya hace mucho ¡El señor vendrán con su fuerza a castigar a los impíos!

De los árboles del antiguo mercado hoy emergen negras ardillas, todas extrañas recibiendo a miradas infantiles. Los animalitos son el recuerdo de lo moderno, sí, porque la modernidad entró con animales (ardillas negras se ha dicho). Pero de eso ya hace mucho y hoy a las reinas de lo moderno sólo les queda jugar con cotufas mantequillosas. Otra vez el estribillo ¡Arrodillarse ante Dios, dar gracias y más gracias porque es grande!

Por un costado la iglesia, tumbada varias veces por quién sabe qué azotes divinos. La pila bautismal de antaño la querían botar; ahora se exhibe en la casa donde nació el tipo que monta el caballo con bolas grandes, hechas por manos extranjeras; la casita queda unas cuadras más abajo ¡En el nombre de dios arrepiéntanse; en el nombre de dios perdonen a sus hermanos!

Unos angelitos decoran las fuentes, porque sépase bien que aquí no se es católico pero sí neoclásico, así lo pensó el Ilustre Americano, ese que erigió edificios en cien días. El mismo que echó a las monjas y luego mandó a hacer iglesia con el nombre de la mujer, pues de que vuelan, vuelan y hay que cuidarse las espaldas. Pero de eso ya hace mucho y hoy sólo quedan unos cuantos faros en la plaza y las fuentes, no se olviden las fuentes, con angelitos cristianos en estilo neoclásico. ¡Bendito sea el señor!

Un carajito tira el helado y más atrás el padre el tira un coñazo. Otro compra cotufas sólo para hacerle la guerra de maíz a su enemigo de al lado. Las ventanas de donde se tiró el cabito están cerradas. Desde aquel entonces (desde que el tipo se tiró con el paraguas) se han preferido las casas de una sola planta ¡Orden presidencial!

Dicen que desde aquí el expatriado de Diego de Losada fundó la ciudad, todo en perfecto damero madrileño. Hoy las baldosas ennegrecidas es lo único geométrico que se conserva porque la ciudad se desparramó por donde puedo, como reguero de agua, como el reguero de helado del carajito de hace un rato.

Viejos consternados se hacen costra a lo largo de la bancada, bajaron hoy como fervorosamente lo han hecho los últimos cincuenta años. Todo en ellos son gris, todo en ellos es cansancio. Una mujer cansada se quita los tacones y descansa los cayos. Detrás de ella un palacio, o mejor dicho, dos. Uno lo rayan de vez en cuando, según el ánimo de la esquina caliente; el otro está mejor pintado. Uno resguardó la fe en otros tiempos; el otro, las leyes. Pero eso fue hace tanto y sigue el flaco con el megáfono ¡Aleluya, aleluya, cristo ha resucitado!

Asalariados van y vienen, cruzan la plaza diagonalmente. Ninguno le para a las pelotas brillantes del caballo, tampoco alcanzan a ver al musiu que lo monta y eso que cuando niños los obligaron ir a la casa del tipo, esa que queda unas cuadras más abajo. El flaco se mueve con vehemencia ¡el día se acerca!

Un olor aprisiona a los que deambulan por la plaza. Hombres con máscaras y camisas de un rojo desteñido esparcen un gas intolerable. —Es pa´ los zancudos—grita uno y encima se le viene las mentadas de madre. Las mujeres recogen a sus muchachitos y huyen como cucarachas por las cuatro calles que rodena la plaza. La tarde va cayendo, cada vez son menos los aplausos y al rato se larga el flaco, tambaleándose con el megáfono.

Adiós a la plaza. Atrás quedan la Joyería La Francia (reducto del delirio moderno), las fuentes con los angelitos dorados, el piso cuadrado, los palacios y la casa amarilla (en la que se dio el brinquito por el terremoto); atrás quedó Bolívar y su caballo de bolas grandes forjadas por manos extranjeras.

Circe le pluie

viernes, 5 de marzo de 2010

En el carrito


En un carrito bien destartalado recorría yo la ciudad infinita. ¡Carajo! Gritó aquél a quién se le esfumó una yanta, mientras el de atrás gritaba ¡hijo e puta! Porque casi casi chocaba a éste. Mi esperolao carrito siguió andando entre ruidos cochambrosos pasando por las maravillas que ofrece la ciudad.

Un tipo muy acuerpado caminaba medio tumbáo -como si los brazos fueran a volar solos sin su cuerpo, y sus pies casi no tocaban el suelo; en puntas, sólo éstas tocaban tierra-, tomando de la mano a la chica que parecía ser su jeva, tipa semejante a todos aquellos maniquíes que ahora están de moda, con grandes senos, diferenciándola sólo su enorme trasero que zumbaba de un lado a otro como si le estorbara a sí misma. Del otro lado de la acera una licorería rezumbaba un esperpentojo de ruidos con letras que no producían en mí más que asco e infinitas ganas de vomitar: reggaetón. Todos estos hombres acompañados de sus respectivas birras y otros tantos con mujeres mal-formadas: grandes vientres pútridos –no era otro ser vivo quién allí llevaban, a punta e birra mantenían su enorme producto estomacal infectados-, usando ropa que parecían haberlas tomado prestada del ropero de sus hijas, mal-formando aún más sus repulsivos traseros, piernas y demás, haciendo imaginar en mí cómo demonios habrán hecho para colocarse sus respectivos pantalones.

Cambió el semáforo –¡gracias a Apolo!-, pude seguir entonces mi rumbo sin fin. Más adelante debí hacer una parada en esos auto-mercados para saciar mi sed, el pana que me vendió dicho producto no hacía más que menear su cabeza hedionda por el gel como si intentara una especie de exorcismo (escuchaba algo a través de esos tapones en los oídos). Finalmente mi auto despegó dejando atrás a aquél encuentro tan peculiar.

Disfrutar de todo ese conjunto de maravillas caraqueñas causó en mí las ganas de fumar un puchito, así que mientras seguía recorriendo las calles en mi carrito decidí hacerlo, el humo es bueno para calmar aquella burda e gente que me rodeaba incesantemente.

¡Joder! -dije mientras limpiaba las lagañas que abarrotaban mis ojos- era un puto sueño.



Notas:

Birras: Utilizado por el venezolano como sinónimo de cerveza, bebida embriagadora.

Esperolao: Sinónimo de esperolado.

Esperpentojo: sinónimo de esperpento.

Jeva: sinónimo de mujer.

Lagañas: Elemento creado alrededor de los ojos producto de un mal dormir, de lágrimas no limpiadas. Ya todos lo saben.

Pana: Sinónimo de amigo.

Puchito: Utilizado comunmente por los uruguayos para denominar así al cigarrillo o la marihuana. Objeto consumible a través del aspirar de humo.

Tumbáo o en lengua castellada (y no caraqueña o venezolana, como aquí): Tumbado.

Meny

jueves, 25 de febrero de 2010

MetroCidades



Un vagón de metro es el lugar en donde las cosas más inesperadas suceden a bordo. Cosas que puedan parecer muy folklóricas, algunas muy bizarras y otras que nos hacen decir esa frasecilla de: “sólo sucede en Venezuela” y al instante una sonrisa se dibuja en nuestro rostro, que frecuentemente, retrata el estrés caraqueño.


Hoy, en una de mis tantas visitas al querido subterráneo, dentro de un caluroso vapor humano, los usuarios del vagón se sintieron indignados por unos minutos. Por un momento no me percaté de la situación, venía ensimismada, con muchas pensamientos revoloteando por mi cabeza, hasta darme cuenta de que habían dos chicas conversando y durante aquel intercambio de palabras, surgía un intenso abrazo, no muy extenso, pero lo suficiente como para notar el afecto que brotaba entre ellas.


Aquellos que conversaban bajaron un poco más el tono de voz e incluso callaron, el ambiente de incomodidad comenzó a pulular entre los que estaban alrededor de ellas. Al llegar a la estación ambas salieron tomadas de la mano y partida!!! Enseguida el tono de voz de los presente comenzó a subir de nuevo, lanzando sentencias y comentarios de indignación: “qué horror”, “las cosas que se ven ahora”, “por Dios”, “¿es que no ven que aquí hay niños?”... ahora me pregunto, ¿acaso resulta más dañino para un niño presenciar eso que un programa de televisión que los incita al consumo sin sentido y a ser seres no pensantes?... ¿o los juegos que contienen violencia?...


Por un momento pensé que estaba en un tribunal llena de personas que creen tener la razón absoluta, sin embargo no eran más que un grupo de moralistas amorales, juzgando a dos personas por no ocultar su esencia. A mí también me causó indignación, pero no las dos chicas, sino aquellos que aún viven de la hipocresía, legitimando una “moralidad” que no es tal. Debo confesar que dentro del ambiente de incomodidad de los presentes, era grato ver el cariño entre dos personas y pienso que quizás juzgamos porque estamos molestos y frustrados al no tener eso, que más allá de la preferencia sexual, es el hecho del afecto que un humano puede profesar a otro y que pocas veces nos sucede en la vida sea cual sea nuestra elección.



La K-Boom

viernes, 19 de febrero de 2010

Ese toque dulzón...

Y no decirte ni lejana ni perdida para no darle razón al mar que te
retiene.
Y elogiarte en la más perfecta soledad
a la hora en que tu nombre es la primera lumbre en mi ventana.
Julio Cortázar


Ese toque dulzón del cigarrillo untado en café cosquillea mi alma. Una ráfaga de viento pretende apagar este encuentro. Repentinamente osas posarte Tú en mí, irrumpiendo en aquél cigarrillo con café que solía sosegarme. Ya no es una calma esto, es silencio y soledad perfectamente acompañada de ti.

Este cenicero me delata. Tú estás en mí, pero no conmigo. Oigo tu voz. Te observo. Pero sólo en mis sueños diurnos estas -los nocturnos sólo oscuros se manifiestan, no los recuerdo. Mi alma sigue golpeando en cada silencio mío. Nada digo. El miedo se contempla invisible ante ti. Y sigo acá, riñendo con café y cigarrillo a través de tu nublado semblante que se posa en mí una y otra vez, con la incesante esperanza de sentir contigo, sólo contigo.

Meny

lunes, 15 de febrero de 2010

Breves a dos manos


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Extraño que susurres a mi oído, tu mirada, tu piel y tu deseo. Eso que ya no me pertenece, es un cáncer que carcome mi ser. Yo quisiera ser fría como vos y seguir el camino sin ninguna flaqueza; continuar con pasos de indiferencia como vos. Pero aquí estoy, pensándote y extrañándote, cuando ya resulta inútil. Mis únicas compañías son las sombras y la copa de vino. Sos el recuerdo, la memoria, el fantasma de la ilusión que me persigue...



La K-Boom






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Dice el cuento aquí, aquí, allá, allá… y así tamborilea la mariposa… mientras tanto yo me tamborileo allá, allá; pero nunca aquí, aquí… Aquí, aquí, están todos; allá, allá están mis fantasmas; allá, allá estoy yo con ellos… aquí, aquí mi vida, de allá, de allá yo la veo… y vuelo, vuelo mariposa… aquí, aquí ya me veo. Atrás quedaron mis fantasmas.


Lo primero que desapareció fue la certidumbre. En situaciones tontas comencé a quedarme sin respuestas. Ya los números no me valían y el gesto de seguridad fue desdibujándose de mi cara hasta quedar reducido a esta mueca. Pero de eso no supe sino hasta que sobrevino el insomnio; porque fue de noche que la incertidumbre avivó el fuego con el que alumbré la mueca ante mi espejo de baño. Fue de noche que lloré a mis tiras de papel diurnas, a ésas que tapizaban mañanas empañadas. Entonces desde un hueco empecé a luchar contra mi noche oscura y su respuesta fueron las mismas preguntas. Su repetición monótona hizo un coro insoportable. Aún me desvelo con sus ecos, aún las siento debajo de la cama.


Fue de noche que lloré a mis tiras de papel diurnas. Con ellas habías empapelado lo sucio de los mediodías sinsentido; con ellas oculté la punzada aguda, los estremecimientos innecesarios, los gestos inapropiados. Pero mis tiras de papel diurno se han quemado. Distraída encendí el fuego. Quizá fue un cuento o un poema. Y las tiras desaparecieron ante el avance de esta noche de incertidumbres. Noche de preguntas escuetas pero contundentes. Noches sin la luz de mis tiras de respuestas.



Circe de Pluie



sábado, 13 de febrero de 2010

Despierta



Mientras tanto tú seguías haciendo esas promesas de hotel que tan pronto aprendiste para hacer el papel de hombre. Tus quejas del día se perdían con el sonido de la furgoneta que todas las noches se paraba en la esquina. El hombre recibía un paquete y daba dinero a cambio. Eso decía yo en las noches de los viernes. Siempre el mismo hombre en la furgoneta. Tú preguntabas cómo yo lo sabía.

Hoy también es viernes, es de noche y la ventana está abierta. Tú no oíste mi queja. Sólo un qué de tu parte bastaba para que desapareciera mi mueca y volviera al cigarro. Mi vista se extravía en la pelea del frente. El humo ya lo confundía con mi aliento; esto es fácil de saber porque nunca supe a qué olía mi aliento. Las noches de viernes yo no era la que sonreía los lunes. Era el humo que se perdía y no la mujer que fumaba.

Pero tú sí. Tú eras el hombre que hacía las promesas desde la cama. Y luego venía el sueño; el tuyo, no el mío. Mi sueño hace tanto que no venía. Yo les pedía a los dioses nocturnos que me cerraran los ojos. Pero no a un Morfeo cualquiera, sino a un borracho con una botella vacía. Y digo vacía porque ya sabes cómo odio el trago barato.

Me gustaba la idea de que el sueño viniera de abajo, porque estábamos arriba, creo que en un octavo piso. Y vino el sueño, no el tuyo, sino el mío; tú ya dormías. Fue una sensación extraña. Y digo extraña porque era mía y ninguna sensación hasta entonces lo había sido. Entonces me di cuenta de que lo extraño era lo nuestro. Sí, lo extraño es lo que descubrimos: vamos desenvolviendo el papel brillante y sabemos que es chocolate, pero igual nos sorprendemos cuando lo llevamos a la boca. Así nos comemos lo extraño, como un chocolatico de envoltura dorada.

Y lo ajeno era la envoltura, o sea, tus palabras aprendidas, los modos de la mesa, de la cama, de la entrada y del adiós. Sí, creo que dije adiós, pero esta vez no vi atrás. Si lo hubiera hecho tú me hubieses envuelto con tus palabras brillantes que cubren al chocolate. Si lo hubiera hecho tú me hubieras halado a la realidad: esa suerte de emoción enlatada que tú llamas vida.

Por eso no te miré. Sólo dejé que mi extrañeza fuera masticada. La hice mía, pensé. No. No fue así. Ella era la dueña. Sí te digo que la extrañeza era mi dueña y yo un mero juguete. Ella existía sin mí. Ella estaba afuera, en el hombre que cambiaba el paquete; en el borracho que miraba la botella vacía; en nuestro cuarto de hotel de octavo piso. Yo, en cambio, no era nada y supe que dejé de existir cuando cerraste los ojos para dormir.

Pero no quería perder mi extrañeza ¡carajo, costó tanto conseguirla! los dientes amarillos por el cigarro; las ojeras esperando al borracho que me durmiera. No podía creer que ella también se iría. No sin mí… creo que fue antes de la caída que se me ocurrió que cuando tú abrieras los ojos yo volvería a ser la mujer que fumaba y eso, bueno, no estaba tan mal.

Pero eso fue una vaga idea hace unos viernes atrás, seguramente cuando estabas despierto. Pero hoy estás dormido y ya sólo me queda la extrañeza de aquel día, cuando estaba arriba. Ahora estoy abajo y tú buscándome, alzando la voz y moviendo las manos. Tratas de pensar si yo te hablé anoche. No lo hice. Yo nunca te hable. Yo que estaba mendigando sueño. Yo cansada de tanta vigilia. Yo harta de tanta palabra acartonada. Cansada de vida resuelta en titulares de primera página y emociones en latas de atún.

Ciece de Pluie

El día de los enamorados... ah! Y de la amistad también.

Llega el mes de febrero y al ambiente navideño que aún en enero se percibía, es transformado en el cuento más idílico y comercial que podamos imaginar. En los primeros días de este mes, las tiendas se preparan para decorar sus vitrinas con la estampa del almidonado amor que a su vez compite con las festividades carnestolendas que también se celebran en este fugaz mes del año.

Cuando se trata de amor, todo es invadido por la dulzura, el romance y cualquier cantidad de patrañas cursis que en algún momento hemos vivido. Pero más allá de “celebrar” ese amor inflamado y preñado de buenas intenciones, se gesta una gran campaña publicitaria, donde todo está inspirado por la placidez del amor. Promociones, decorado y una gran cantidad de productos inútiles se nos ofertan constantemente para alagar al ser amado.


Ahora bien, si usted pertenece a ese gran público “normal” que tiene pareja, tiene usted la obligación de comprar alguna tontería para “quedar bien” con su media naranja, y es que hay para todos los gustos y todos los bolsillos, si el presupuesto a quedado un poco grave por culpa del Niño Jesús, puede optar por los artículos que los vendedores informales tienen para salvarlo de miradas feas porque usted no se acordó de ella o de él en un “día tan lindo como este”.


Todo lleno de corazones, burbujas, cositas suaves y esponjosas es lo que nos dice: ¡estamos en el mes del amor!, momento para ser detallistas con el ser que tanto amas, pero ¿y aquél que no tiene pareja?, hombres que no pueden conquistar a esa linda chica que los vuelve locos, ¿y aquellas mujeres exitosas que están solas porque no atinan al hombre que tenga el valor de andar con ellas sin sentirse amenazados?. Por ello, nuestro mundo publicitario no podía perderse a este valioso público y se ha inventado aquello de: “el día del amor y la amistad”.


Pero aun y con el agregado de “amistad”, más del 90% de los productos tienen que ver con la pareja, que no está mal, pero sencillamente no hay equilibrio. Pues no deberíamos considerar un solo día del año como el día del amor, que más allá de expresar cariño y dar un detalle a esa persona especial, resulta ser una batalla campal entre publicidad y el “tengo que comprarle esto a...”. Cuando el amor y la amistad se vuelven un producto más que debemos adquirir, porque es lo que vende el mercado, olvidamos que tanto parejas como amigos están los 365 días del año, en las buenas y en las malas, por lo que sería agradable acordarse de ellos siempre y no porque “es el mes del amor y hay que aprovechar la oferta”.


Y así llega ese día pintoresco, las aves cantan, se siente el amor en el aire, el clima es cálido y si hace mucho calor, habrá un pequeño travieso que le atine un buen bombazo de agua refrescante, porque recuerden que también es el mes del carnaval; y si usted mi querido o querida lectora, están solos y se han olvidado de qué es tener una pareja, pues ese día lo recordará hasta el punto de aborrecerlo, ya que por increíble que parezca, es muy seguro que vea hasta una pareja de perritos acaramelados por la calle.


Verán a los hombres comprando las típicas florcitas rojas, muy posiblemente son artificiales, porque vamos, ¿quien quiere gastar tanto dinero en un ramo de flores naturales que a la semana hay que tirar a la basura?. Otros, más kish optan por el muy repetido globo gigante con un oso en su interior, aquel pobre animal de felpa asfixiado, será la adoración de alguna chica que muy agradecida con su novio, colocara el globo en su cuarto y estará allí hasta que el polvo lo sepulte o en su defecto, ella se lo ponga por la cabeza a él.


Definitivamente, el 14 de febrero es lo más comercial e interesado que el hombre se ha inventado.



La K-Boom


Del silencio a la luna



La flauta, suena la flauta mientras te miro. También me miras un tanto distante, piensas sin hablar. El silencio rebota entre la multitud ausente mientras finges alegría que deseas sea eterna.


-¿Qué importa la alegría eterna? –Te digo mientras irrumpo en el silencio del sonido de la flauta- ¿qué importa esto cuando tenemos la maravillosa capacidad de sentir? Qué aburrido sería vivir como inmortales, saber que jamás morirás hará de ti un ente errantemente tosco; ¡bendita sea la muerte que nos espera! Pero no desperdicies ni un segundo. Sufrir es un mal necesario, no estar siempre alegres es nuestra condena más noble.


-No me interesa pensad en ello –dices sutilmente-, tampoco me interesa el tiempo, pues ello ha sido un absurdo invento de la humanidad, si llega la muerte que tome mis ojos, pues son estos los que no han dejado mi alma en calma; el resto de mi cuerpo se la dejo a los gusanos, a ellos les será muy útil. De cualquier modo no es la alegría eterna lo que me importa en absoluto, si bien eternos no somos, pero tampoco deseo un sufrimiento perenne.

-Entonces, ¿en qué piensas mientras estas en el silencio?, ¿en qué piensas siempre? Pues siempre estamos en el silencio. Dime Amada poeta de la Noche, ¿qué piensas mientras sueñas o qué sueñas mientras piensas? Imposible apartar de la mente mortal aquello que por nosotros espera, no es un deber saber llegar a aquél Ítaca kavafisano, es ésta nuestra condena.


- En ello tenéis razón Adorada Mía, pensad en ello es nuestra gran virtud, aunque no sea esto lo que me interese, repito, no por esto condenada me siento al sufrimiento. Tus interrogantes bien en claro han dejado el motivo de mis penas, aunque tal vez sean otras que desconozco. Son mis sueños mis pensamientos inevitables, y mis pensamientos mis sueños irrealizables. No es que todos quisiera realizarlos, pero sé que recibir una descarga de balas, sangrar todo el cuerpo desnudo y seguir caminando con una sonrisa iluminada en mi semblante, jamás ocurrirá, y mucho menos poder volar a la luna sin ser astronauta, sólo volar. Aunque quisiera ciertas manifestaciones, nuestra tosca realidad no los permite. Tal vez sea ésta mi frustración, poder obtener una no-realidad que avanza sin ser alcanzada. Con la única cosa seria que no podremos discutir es el silencio. Éste nos invade, nos golpea, nos manipula, nos arrebata el absurdo tiempo que el hombre inventó; pero qué exquisito que así sea. De ello estamos hechos, del silencio que invade nuestra mente y la llena de pensamientos infinitos que en estas pocas palabras no podré concluir.


-Aunque no del todo has logrado convencerme Amada de la Noche, -contesto pacíficamente-, me basta tu silencio. Y si a la luna deseas volar, contigo iré, yo te llevaré, sólo sígueme en el silencio.


Y volví a tomar mi flauta con mi mano izquierda, posando apaciblemente la otra sobre ésta para susurrar las suaves melodías del silencio.

Meny