jueves, 25 de febrero de 2010

MetroCidades



Un vagón de metro es el lugar en donde las cosas más inesperadas suceden a bordo. Cosas que puedan parecer muy folklóricas, algunas muy bizarras y otras que nos hacen decir esa frasecilla de: “sólo sucede en Venezuela” y al instante una sonrisa se dibuja en nuestro rostro, que frecuentemente, retrata el estrés caraqueño.


Hoy, en una de mis tantas visitas al querido subterráneo, dentro de un caluroso vapor humano, los usuarios del vagón se sintieron indignados por unos minutos. Por un momento no me percaté de la situación, venía ensimismada, con muchas pensamientos revoloteando por mi cabeza, hasta darme cuenta de que habían dos chicas conversando y durante aquel intercambio de palabras, surgía un intenso abrazo, no muy extenso, pero lo suficiente como para notar el afecto que brotaba entre ellas.


Aquellos que conversaban bajaron un poco más el tono de voz e incluso callaron, el ambiente de incomodidad comenzó a pulular entre los que estaban alrededor de ellas. Al llegar a la estación ambas salieron tomadas de la mano y partida!!! Enseguida el tono de voz de los presente comenzó a subir de nuevo, lanzando sentencias y comentarios de indignación: “qué horror”, “las cosas que se ven ahora”, “por Dios”, “¿es que no ven que aquí hay niños?”... ahora me pregunto, ¿acaso resulta más dañino para un niño presenciar eso que un programa de televisión que los incita al consumo sin sentido y a ser seres no pensantes?... ¿o los juegos que contienen violencia?...


Por un momento pensé que estaba en un tribunal llena de personas que creen tener la razón absoluta, sin embargo no eran más que un grupo de moralistas amorales, juzgando a dos personas por no ocultar su esencia. A mí también me causó indignación, pero no las dos chicas, sino aquellos que aún viven de la hipocresía, legitimando una “moralidad” que no es tal. Debo confesar que dentro del ambiente de incomodidad de los presentes, era grato ver el cariño entre dos personas y pienso que quizás juzgamos porque estamos molestos y frustrados al no tener eso, que más allá de la preferencia sexual, es el hecho del afecto que un humano puede profesar a otro y que pocas veces nos sucede en la vida sea cual sea nuestra elección.



La K-Boom

viernes, 19 de febrero de 2010

Ese toque dulzón...

Y no decirte ni lejana ni perdida para no darle razón al mar que te
retiene.
Y elogiarte en la más perfecta soledad
a la hora en que tu nombre es la primera lumbre en mi ventana.
Julio Cortázar


Ese toque dulzón del cigarrillo untado en café cosquillea mi alma. Una ráfaga de viento pretende apagar este encuentro. Repentinamente osas posarte Tú en mí, irrumpiendo en aquél cigarrillo con café que solía sosegarme. Ya no es una calma esto, es silencio y soledad perfectamente acompañada de ti.

Este cenicero me delata. Tú estás en mí, pero no conmigo. Oigo tu voz. Te observo. Pero sólo en mis sueños diurnos estas -los nocturnos sólo oscuros se manifiestan, no los recuerdo. Mi alma sigue golpeando en cada silencio mío. Nada digo. El miedo se contempla invisible ante ti. Y sigo acá, riñendo con café y cigarrillo a través de tu nublado semblante que se posa en mí una y otra vez, con la incesante esperanza de sentir contigo, sólo contigo.

Meny

lunes, 15 de febrero de 2010

Breves a dos manos


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Extraño que susurres a mi oído, tu mirada, tu piel y tu deseo. Eso que ya no me pertenece, es un cáncer que carcome mi ser. Yo quisiera ser fría como vos y seguir el camino sin ninguna flaqueza; continuar con pasos de indiferencia como vos. Pero aquí estoy, pensándote y extrañándote, cuando ya resulta inútil. Mis únicas compañías son las sombras y la copa de vino. Sos el recuerdo, la memoria, el fantasma de la ilusión que me persigue...



La K-Boom






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Dice el cuento aquí, aquí, allá, allá… y así tamborilea la mariposa… mientras tanto yo me tamborileo allá, allá; pero nunca aquí, aquí… Aquí, aquí, están todos; allá, allá están mis fantasmas; allá, allá estoy yo con ellos… aquí, aquí mi vida, de allá, de allá yo la veo… y vuelo, vuelo mariposa… aquí, aquí ya me veo. Atrás quedaron mis fantasmas.


Lo primero que desapareció fue la certidumbre. En situaciones tontas comencé a quedarme sin respuestas. Ya los números no me valían y el gesto de seguridad fue desdibujándose de mi cara hasta quedar reducido a esta mueca. Pero de eso no supe sino hasta que sobrevino el insomnio; porque fue de noche que la incertidumbre avivó el fuego con el que alumbré la mueca ante mi espejo de baño. Fue de noche que lloré a mis tiras de papel diurnas, a ésas que tapizaban mañanas empañadas. Entonces desde un hueco empecé a luchar contra mi noche oscura y su respuesta fueron las mismas preguntas. Su repetición monótona hizo un coro insoportable. Aún me desvelo con sus ecos, aún las siento debajo de la cama.


Fue de noche que lloré a mis tiras de papel diurnas. Con ellas habías empapelado lo sucio de los mediodías sinsentido; con ellas oculté la punzada aguda, los estremecimientos innecesarios, los gestos inapropiados. Pero mis tiras de papel diurno se han quemado. Distraída encendí el fuego. Quizá fue un cuento o un poema. Y las tiras desaparecieron ante el avance de esta noche de incertidumbres. Noche de preguntas escuetas pero contundentes. Noches sin la luz de mis tiras de respuestas.



Circe de Pluie



sábado, 13 de febrero de 2010

Despierta



Mientras tanto tú seguías haciendo esas promesas de hotel que tan pronto aprendiste para hacer el papel de hombre. Tus quejas del día se perdían con el sonido de la furgoneta que todas las noches se paraba en la esquina. El hombre recibía un paquete y daba dinero a cambio. Eso decía yo en las noches de los viernes. Siempre el mismo hombre en la furgoneta. Tú preguntabas cómo yo lo sabía.

Hoy también es viernes, es de noche y la ventana está abierta. Tú no oíste mi queja. Sólo un qué de tu parte bastaba para que desapareciera mi mueca y volviera al cigarro. Mi vista se extravía en la pelea del frente. El humo ya lo confundía con mi aliento; esto es fácil de saber porque nunca supe a qué olía mi aliento. Las noches de viernes yo no era la que sonreía los lunes. Era el humo que se perdía y no la mujer que fumaba.

Pero tú sí. Tú eras el hombre que hacía las promesas desde la cama. Y luego venía el sueño; el tuyo, no el mío. Mi sueño hace tanto que no venía. Yo les pedía a los dioses nocturnos que me cerraran los ojos. Pero no a un Morfeo cualquiera, sino a un borracho con una botella vacía. Y digo vacía porque ya sabes cómo odio el trago barato.

Me gustaba la idea de que el sueño viniera de abajo, porque estábamos arriba, creo que en un octavo piso. Y vino el sueño, no el tuyo, sino el mío; tú ya dormías. Fue una sensación extraña. Y digo extraña porque era mía y ninguna sensación hasta entonces lo había sido. Entonces me di cuenta de que lo extraño era lo nuestro. Sí, lo extraño es lo que descubrimos: vamos desenvolviendo el papel brillante y sabemos que es chocolate, pero igual nos sorprendemos cuando lo llevamos a la boca. Así nos comemos lo extraño, como un chocolatico de envoltura dorada.

Y lo ajeno era la envoltura, o sea, tus palabras aprendidas, los modos de la mesa, de la cama, de la entrada y del adiós. Sí, creo que dije adiós, pero esta vez no vi atrás. Si lo hubiera hecho tú me hubieses envuelto con tus palabras brillantes que cubren al chocolate. Si lo hubiera hecho tú me hubieras halado a la realidad: esa suerte de emoción enlatada que tú llamas vida.

Por eso no te miré. Sólo dejé que mi extrañeza fuera masticada. La hice mía, pensé. No. No fue así. Ella era la dueña. Sí te digo que la extrañeza era mi dueña y yo un mero juguete. Ella existía sin mí. Ella estaba afuera, en el hombre que cambiaba el paquete; en el borracho que miraba la botella vacía; en nuestro cuarto de hotel de octavo piso. Yo, en cambio, no era nada y supe que dejé de existir cuando cerraste los ojos para dormir.

Pero no quería perder mi extrañeza ¡carajo, costó tanto conseguirla! los dientes amarillos por el cigarro; las ojeras esperando al borracho que me durmiera. No podía creer que ella también se iría. No sin mí… creo que fue antes de la caída que se me ocurrió que cuando tú abrieras los ojos yo volvería a ser la mujer que fumaba y eso, bueno, no estaba tan mal.

Pero eso fue una vaga idea hace unos viernes atrás, seguramente cuando estabas despierto. Pero hoy estás dormido y ya sólo me queda la extrañeza de aquel día, cuando estaba arriba. Ahora estoy abajo y tú buscándome, alzando la voz y moviendo las manos. Tratas de pensar si yo te hablé anoche. No lo hice. Yo nunca te hable. Yo que estaba mendigando sueño. Yo cansada de tanta vigilia. Yo harta de tanta palabra acartonada. Cansada de vida resuelta en titulares de primera página y emociones en latas de atún.

Ciece de Pluie

El día de los enamorados... ah! Y de la amistad también.

Llega el mes de febrero y al ambiente navideño que aún en enero se percibía, es transformado en el cuento más idílico y comercial que podamos imaginar. En los primeros días de este mes, las tiendas se preparan para decorar sus vitrinas con la estampa del almidonado amor que a su vez compite con las festividades carnestolendas que también se celebran en este fugaz mes del año.

Cuando se trata de amor, todo es invadido por la dulzura, el romance y cualquier cantidad de patrañas cursis que en algún momento hemos vivido. Pero más allá de “celebrar” ese amor inflamado y preñado de buenas intenciones, se gesta una gran campaña publicitaria, donde todo está inspirado por la placidez del amor. Promociones, decorado y una gran cantidad de productos inútiles se nos ofertan constantemente para alagar al ser amado.


Ahora bien, si usted pertenece a ese gran público “normal” que tiene pareja, tiene usted la obligación de comprar alguna tontería para “quedar bien” con su media naranja, y es que hay para todos los gustos y todos los bolsillos, si el presupuesto a quedado un poco grave por culpa del Niño Jesús, puede optar por los artículos que los vendedores informales tienen para salvarlo de miradas feas porque usted no se acordó de ella o de él en un “día tan lindo como este”.


Todo lleno de corazones, burbujas, cositas suaves y esponjosas es lo que nos dice: ¡estamos en el mes del amor!, momento para ser detallistas con el ser que tanto amas, pero ¿y aquél que no tiene pareja?, hombres que no pueden conquistar a esa linda chica que los vuelve locos, ¿y aquellas mujeres exitosas que están solas porque no atinan al hombre que tenga el valor de andar con ellas sin sentirse amenazados?. Por ello, nuestro mundo publicitario no podía perderse a este valioso público y se ha inventado aquello de: “el día del amor y la amistad”.


Pero aun y con el agregado de “amistad”, más del 90% de los productos tienen que ver con la pareja, que no está mal, pero sencillamente no hay equilibrio. Pues no deberíamos considerar un solo día del año como el día del amor, que más allá de expresar cariño y dar un detalle a esa persona especial, resulta ser una batalla campal entre publicidad y el “tengo que comprarle esto a...”. Cuando el amor y la amistad se vuelven un producto más que debemos adquirir, porque es lo que vende el mercado, olvidamos que tanto parejas como amigos están los 365 días del año, en las buenas y en las malas, por lo que sería agradable acordarse de ellos siempre y no porque “es el mes del amor y hay que aprovechar la oferta”.


Y así llega ese día pintoresco, las aves cantan, se siente el amor en el aire, el clima es cálido y si hace mucho calor, habrá un pequeño travieso que le atine un buen bombazo de agua refrescante, porque recuerden que también es el mes del carnaval; y si usted mi querido o querida lectora, están solos y se han olvidado de qué es tener una pareja, pues ese día lo recordará hasta el punto de aborrecerlo, ya que por increíble que parezca, es muy seguro que vea hasta una pareja de perritos acaramelados por la calle.


Verán a los hombres comprando las típicas florcitas rojas, muy posiblemente son artificiales, porque vamos, ¿quien quiere gastar tanto dinero en un ramo de flores naturales que a la semana hay que tirar a la basura?. Otros, más kish optan por el muy repetido globo gigante con un oso en su interior, aquel pobre animal de felpa asfixiado, será la adoración de alguna chica que muy agradecida con su novio, colocara el globo en su cuarto y estará allí hasta que el polvo lo sepulte o en su defecto, ella se lo ponga por la cabeza a él.


Definitivamente, el 14 de febrero es lo más comercial e interesado que el hombre se ha inventado.



La K-Boom


Del silencio a la luna



La flauta, suena la flauta mientras te miro. También me miras un tanto distante, piensas sin hablar. El silencio rebota entre la multitud ausente mientras finges alegría que deseas sea eterna.


-¿Qué importa la alegría eterna? –Te digo mientras irrumpo en el silencio del sonido de la flauta- ¿qué importa esto cuando tenemos la maravillosa capacidad de sentir? Qué aburrido sería vivir como inmortales, saber que jamás morirás hará de ti un ente errantemente tosco; ¡bendita sea la muerte que nos espera! Pero no desperdicies ni un segundo. Sufrir es un mal necesario, no estar siempre alegres es nuestra condena más noble.


-No me interesa pensad en ello –dices sutilmente-, tampoco me interesa el tiempo, pues ello ha sido un absurdo invento de la humanidad, si llega la muerte que tome mis ojos, pues son estos los que no han dejado mi alma en calma; el resto de mi cuerpo se la dejo a los gusanos, a ellos les será muy útil. De cualquier modo no es la alegría eterna lo que me importa en absoluto, si bien eternos no somos, pero tampoco deseo un sufrimiento perenne.

-Entonces, ¿en qué piensas mientras estas en el silencio?, ¿en qué piensas siempre? Pues siempre estamos en el silencio. Dime Amada poeta de la Noche, ¿qué piensas mientras sueñas o qué sueñas mientras piensas? Imposible apartar de la mente mortal aquello que por nosotros espera, no es un deber saber llegar a aquél Ítaca kavafisano, es ésta nuestra condena.


- En ello tenéis razón Adorada Mía, pensad en ello es nuestra gran virtud, aunque no sea esto lo que me interese, repito, no por esto condenada me siento al sufrimiento. Tus interrogantes bien en claro han dejado el motivo de mis penas, aunque tal vez sean otras que desconozco. Son mis sueños mis pensamientos inevitables, y mis pensamientos mis sueños irrealizables. No es que todos quisiera realizarlos, pero sé que recibir una descarga de balas, sangrar todo el cuerpo desnudo y seguir caminando con una sonrisa iluminada en mi semblante, jamás ocurrirá, y mucho menos poder volar a la luna sin ser astronauta, sólo volar. Aunque quisiera ciertas manifestaciones, nuestra tosca realidad no los permite. Tal vez sea ésta mi frustración, poder obtener una no-realidad que avanza sin ser alcanzada. Con la única cosa seria que no podremos discutir es el silencio. Éste nos invade, nos golpea, nos manipula, nos arrebata el absurdo tiempo que el hombre inventó; pero qué exquisito que así sea. De ello estamos hechos, del silencio que invade nuestra mente y la llena de pensamientos infinitos que en estas pocas palabras no podré concluir.


-Aunque no del todo has logrado convencerme Amada de la Noche, -contesto pacíficamente-, me basta tu silencio. Y si a la luna deseas volar, contigo iré, yo te llevaré, sólo sígueme en el silencio.


Y volví a tomar mi flauta con mi mano izquierda, posando apaciblemente la otra sobre ésta para susurrar las suaves melodías del silencio.

Meny