domingo, 20 de junio de 2010

Diario de un fugitivo del Ballet



Una ida y vuelta a la ex-madre patria, así bien llamada por franceses y holandeses, me permitió huir sin ton ni tos del Ballet. Entre Lady Gaga y el encuentro con una degastada ciudad-nación como Madrid, me dislocó los pocos grados de percepción que tengo sobre la danza y el arte del movimiento corporal. La dimensión de la lucha por la escena postmoderna no se puede hallar en el método del Ballet. La lucha por la escena postmoderna no se puede ubicar en el espacio de la zapatilla ni del menú de plato vacío. El arte si es arte se halla en la medida en que no es hallado. Así rezan mil santos críticos del arte y mil artesanos quedan impávidos ante esta máxima.

Escapar del ballet es un acto valiente, tan valiente como escapar de las filas de la ópera. Nadie quiere vivir en claustro, si ya vivió en un rancho. Así es el arte de hoy, la postmodernidad en el rancho. Cualquiera baila, cualquiera danza, cualquiera quiere ser rancho. Esta preferencia por repetir sin cansancio la palabra "rancho" indica al objeto demolido por la intemperie y la tristeza, mas no a la gente que en él vive y convive. Así es el ballet de hoy, un objeto, un baluarte de la tristeza. Cualquiera desea al ballet como puente, como laboratorio, como objeto, no como deseo en sí. Por eso hemos de escapar del ballet.

El método y el alma han dejado de llevar el tempo coreográfico, la disciplina espiritual nurejeveana ha quedado relegada al silencio y a los pocos ávidos buscadores de arte. La crítica malsana y el comentario enjuiciador debajo de barras son las espectacularidades de hoy día. Los y las jóvenes balletistas corren fogosos y virulentos hacia la non-disciplina y la non-praxis; enfermedades de todo el mundo artístico contemporáneo. Así como la palabra vaga y rídicula se apodera de la oratoria teatral, el paso vago y ridículo se apodera del movimiento dancístico. Todos tenemos la causa del problema, y está en nuestros cuerpos.

No soy cristiano para decir: "Tenemos la culpa". Soy pagano para decir: "He de huir de esta vaina". Hoy la vaina se llama arte, la vaina ha quedado para reinar. Su reinado no es el vacío, no es la ignorancia, es la idolatría de nuevos espacios y nuevos pasos. Los y las balletistas andan conscientes del reinado y conviven en y con la inercia, quiénes sabemos el "hasta cuándo de esto", muy pocos lo saben. La interrogante es imperdurable, pero la respuesta dilata aún más el silencio.

El escape es muy mal visto, el quedarse es muy bien visto. El estar por estar es bien visto, el sufrir por el estar es visto como lo cursi, lo empalagoso, lo nurejeveano. Prófugo per sempre de la justicia "divina" del arte clásico.

2 comentarios:

  1. cito: No soy cristiano para decir: "Tenemos la culpa". Soy pagano para decir: "He de huir de esta vaina".
    Luis, esa máxima está en el orden de la liberación total del espíritu. Salud por ella.

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  2. Hay chamito, amé infinitamente tu escrito.

    Saluuuuuud!

    Menyuish

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