viernes, 5 de marzo de 2010

En el carrito


En un carrito bien destartalado recorría yo la ciudad infinita. ¡Carajo! Gritó aquél a quién se le esfumó una yanta, mientras el de atrás gritaba ¡hijo e puta! Porque casi casi chocaba a éste. Mi esperolao carrito siguió andando entre ruidos cochambrosos pasando por las maravillas que ofrece la ciudad.

Un tipo muy acuerpado caminaba medio tumbáo -como si los brazos fueran a volar solos sin su cuerpo, y sus pies casi no tocaban el suelo; en puntas, sólo éstas tocaban tierra-, tomando de la mano a la chica que parecía ser su jeva, tipa semejante a todos aquellos maniquíes que ahora están de moda, con grandes senos, diferenciándola sólo su enorme trasero que zumbaba de un lado a otro como si le estorbara a sí misma. Del otro lado de la acera una licorería rezumbaba un esperpentojo de ruidos con letras que no producían en mí más que asco e infinitas ganas de vomitar: reggaetón. Todos estos hombres acompañados de sus respectivas birras y otros tantos con mujeres mal-formadas: grandes vientres pútridos –no era otro ser vivo quién allí llevaban, a punta e birra mantenían su enorme producto estomacal infectados-, usando ropa que parecían haberlas tomado prestada del ropero de sus hijas, mal-formando aún más sus repulsivos traseros, piernas y demás, haciendo imaginar en mí cómo demonios habrán hecho para colocarse sus respectivos pantalones.

Cambió el semáforo –¡gracias a Apolo!-, pude seguir entonces mi rumbo sin fin. Más adelante debí hacer una parada en esos auto-mercados para saciar mi sed, el pana que me vendió dicho producto no hacía más que menear su cabeza hedionda por el gel como si intentara una especie de exorcismo (escuchaba algo a través de esos tapones en los oídos). Finalmente mi auto despegó dejando atrás a aquél encuentro tan peculiar.

Disfrutar de todo ese conjunto de maravillas caraqueñas causó en mí las ganas de fumar un puchito, así que mientras seguía recorriendo las calles en mi carrito decidí hacerlo, el humo es bueno para calmar aquella burda e gente que me rodeaba incesantemente.

¡Joder! -dije mientras limpiaba las lagañas que abarrotaban mis ojos- era un puto sueño.



Notas:

Birras: Utilizado por el venezolano como sinónimo de cerveza, bebida embriagadora.

Esperolao: Sinónimo de esperolado.

Esperpentojo: sinónimo de esperpento.

Jeva: sinónimo de mujer.

Lagañas: Elemento creado alrededor de los ojos producto de un mal dormir, de lágrimas no limpiadas. Ya todos lo saben.

Pana: Sinónimo de amigo.

Puchito: Utilizado comunmente por los uruguayos para denominar así al cigarrillo o la marihuana. Objeto consumible a través del aspirar de humo.

Tumbáo o en lengua castellada (y no caraqueña o venezolana, como aquí): Tumbado.

Meny

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